Ese maldito hijo de la Gran Bretaña…

mayo 8, 2014
 

Reproducimos a continuación el texto de presentación que acompaña a Simetrías rotas, la excelente recopilación de relatos de Steve Redwood.

Simetrías rotas, de Steve Redwood

Simetrías rotas, de Steve Redwood

¿A quién quieres más: a papá o a mamá?

Dicho de otro modo: ¿Qué faceta de Steve Redwood como escritor prefieres: su lado serio o su vertiente humorística? ¿Dónde es más ácido, más punzante, dónde es más afilado su bisturí y dónde llega más hondo en su exploración de los aspectos más oscuros de la humanidad?

Bastante antes de que surgiera la posibilidad de ser el editor de este libro, tuve el placer de traducir dos de los relatos incluidos en él: «Hasta la última generación» y «De Madrid al infierno».

En la traducción del primero traté en todo momento de respetar el tono poético, casi elegiaco, que Steve sabe imprimir a la crónica de una sociedad ignorante de la terrible maldición que está desencadenando sobre sí misma. El texto que tenía entre manos lo merecía, sin duda alguna. Sólo espero que mi versión en castellano haya mantenido el contenido emocional, la sutil desesperación que en su momento me transmitió el original.

Traducir el segundo fue como dar un giro de ciento ochenta grados. ¿El tipo que había escrito aquello, la mente enferma que había ideado aquella disparatada (o quizá no tanto), sangrante e irreverente parodia de la actual realidad española era la misma alma sensible (aunque no menos implacable) que había escrito el otro relato?

Al parecer, lo era; y no tardé en confirmarlo a medida que iba leyendo los distintos relatos incluidos en estas Simetrías rotas y, de paso, asombrándome ante los continuos cambios de estilo, de enfoque, de tono y de humor. Steve no sólo se mueve por las historias humorísticas con la misma comodidad que por las narraciones más «serias», sino que modifica su forma de narrar y la adapta con tal versatilidad a lo que le pide cada historia que llega un momento en que parece que nos encontremos ante relatos surgidos de media docena de autores distintos cuya única característica común (aparte de cierto gusto por explorar lo malsano y lo grotesco como si fuera lo más natural del mundo) es lo endiabladamente buenos que son todos ellos.

El entrecomillado de unas líneas más arriba es, evidentemente, deliberado. Como otros antes que él, Steve es consciente de que no hay nada como el humor para enfrentarse a lo más serio: humor a veces irónico, a menudo irreverente y casi siempre afilado; tanto, que muchas veces corta hasta el hueso y más allá. Una característica, por cierto, que Steve comparte con su compatriota Terry Pratchett; confieso que la mejor y más inteligente reflexión que he leído sobre los cuentos de hadas es Brujas de viaje (Witches Abroad), de la serie de Mundodisco.

Como otro inglés, John le Carré, Steve es capaz de lanzar sobre su propia cultura la mirada del extranjero y mostrarnos con cierto desapego distante y a veces cruel algunos tipos característicamente ingleses. Pero no nos dejemos engañar: cuando retrata a esos británicos con problemas para relacionarse socialmente nos está retratando un poco a todos, a ciertas partes de nosotros mismos en las que preferimos no pensar.

Pocas literaturas muestran y reflejan la sociedad que las ha creado mejor que la literatura fantástica. Pocas herramientas de reflexión sobre la realidad hay superiores a la ciencia ficción. Pocos géneros son más adecuados que la sátira para obligarnos a ver lo que no nos gusta de nosotros mismos… Al fin y al cabo, el bufón tiene bula para decir la verdad.

Los relatos de Steve son todo eso y más: inquietante literatura fantástica, ciencia ficción con garra especulativa, sátira afiladísima y, sobre todo, un rostro que no aparta la vista y nos obliga a contemplar ciertos rincones oscuros y retorcidos de nosotros mismos.

El espejo, la simetría que prefigura el reflejo, se rompe en cada uno de estos relatos. Y en sus añicos esparcidos por el suelo vemos cosas que quizá preferiríamos no haber visto.

El autor no nos dará esa opción.

Rodolfo Martínez