una entrevista de Ignacio Illarregui

Después de la aparición de Sondela el pasado mes de marzo, Rodolfo Martínez reafirma su presencia en las librerías con dos nuevos títulos: Fieramente humano, publicado por NGC Ficción!, y la reedición en formato electrónico de El abismo en el espejo (premio Ignotus a la mejor novela en el año 2000), con Sportula. Ambas tienen por escenario un universo creativo en el que lleva trabajando más de dos décadas, el de la Ciudad. De estas historias, y lo que ofrecen al lector, hablamos a continuación.

Comencemos por el principio, que es como deben iniciarse estas cosas. ¿Qué puedes contarnos sobre Fieramente humano?

 

Pues podríamos empezar diciendo que, en ciertos aspectos, es mi novela más antigua.

Todo parte de un intento de escribir una novela de terror que inicié allá por 1990 y donde contaba la historia de once individuos que se reunían en el desierto, encontraban una misteriosa ciudad y adoraban al corazón de las tinieblas que vivía en ella a cambio de que les concediera sus deseos más oscuros.

Siempre supe que aquello era sólo una parte de la historia. Que había más que contar. Pero no sabía qué podía ser. Aunque con el tiempo, fui averiguándolo: fui viendo retazos, aquí y allá, de lo que había pasado tras aquella historia de hace más de veinte años. Y, en cierto momento, comprendí que ya tenía todos los hilos a mi alcance y que era cuestión de ir desentrañando la madeja con mucho cuidado.

Así que Fieramente humano es, en cierto modo, la continuación de esa novela inédita. Y también, al mismo tiempo, es esa misma novela, tal como no supe contarla en su momento.

Y es muchas más cosas, por supuesto.

Es la historia de algo oscuro, poderoso y hambriento que vuelve al mundo tras treinta años de ausencia. La historia de una venganza. De varias posibilidades truncadas.

Y es, en cierto modo, la historia de una ciudad. Que no existe, pero al mismo tiempo se parece mucho a una ciudad real. No te sorprenderá mucho si te digo que esa ciudad real es la misma en la que vivo: Gijón.

 

En la estructura de la narración engranas diversos hilos temporales, un número muy elevado de personajes, varias voces… Desde este punto de vista me parece tu novela más compleja ¿Te ha costado encajar todas estas piezas hasta lograr el resultado final?

 

No tengo esa sensación, en realidad, pero sospecho que sí.

Mi forma de trabajar es bastante intuitiva. Rara vez trazo esquemas o tomo notas, o hago esbozos de la trama ni nada parecido. Cuando me siento a escribir, cuando empiezo una nueva novela, intento tener claras dos cosas únicamente: de dónde parto y hacia dónde quiero llegar. Una vez que eso está claro, el resto es ir averiguando, generalmente sobre la marcha, cuál es el camino más adecuado que me lleve allí.

Como digo, voy descubriendo eso sobre la marcha, a medida que la historia va tomando forma, los distintos personajes van apareciendo (y aparecen a medida que las situaciones que imagino van exigiendo un cierto tipo de personaje). Llega un momento, que puede ser muy pronto en la novela o bastante avanzada ésta, que todo eso cristaliza. La historia está ahí completa, en cierto modo. Embrionaria pero entera. Por seguir con la metáfora del viaje es como si, en cierto momento, viese con total claridad cuál es el camino que debo seguir y empiezo a saber lo que me voy a encontrar mientras lo recorro: no por completo, como si estuviera cubierto por una bruma, pero sé que está ahí y es cuestión de seguir caminando hasta que de con él.

Si lo pienso, me doy cuenta de que en Fieramente humano tardé bastante en alcanzar ese estado: escribía sin pausa pero también sin prisa, colocando las piezas en el tablero con mucho cuidado, consciente (aunque quizá he de decir que, en realidad, fue un proceso inconsciente) de que todas tenían que estar en el sitio correcto para que la novela funcionara. No fue hasta terminar la primera parte, o quizá un poco antes, cuando el tuerto entra en escena, que alcancé ese punto.

A partir de ahí supe que la historia funcionaba, que no me estrellaría por el camino y que llegaría al lugar al que quería. Una vez que tuve eso claro, el resto fue fácil. Pero sí, me costó más llegar a ese momento que en novelas anteriores.

 

Fieramente humanoMuchos de los personajes secundarios que participan en Fieramente humano ya habían aparecido en novelas previas como Los sicarios del cielo o en relatos como «Tarot» o «En territorio ajeno» ¿Fue algo que tenías presente al inicio o fue fraguando, como comentas, sobre la marcha?

Más bien lo segundo, en realidad. En cierto momento comprendí que esta novela iba a involucrar, en cierta medida, a toda la ciudad. Que, de algún modo, iba a mostrar cómo la ciudad entera luchaba por su vida. Así que necesitaba ampliar el panorama, mostrar más. La solución lógica fue echar mano de personajes que ya habían estado allí, anteriormente, en otras novelas o en otros relatos: la colección, podríamos decir, de «bichos raros» que ya había ido mostrando aquí y allá en historias anteriores.

Y de paso, mostrar que todas esas historias tenían lugar en el mismo sitio: esa especie de versión mágica y sombría de Gijón donde se desarrolla, no sólo Fieramente humano, sino también, como has dicho, Los sicarios del cielo, El abismo en el espejo o varios de mis cuentos fantásticos.


Es la segunda vez que mencionas el nombre de la Ciudad en la entrevista. ¿Por qué mantienes esa indefinición en las historias? ¿Es una mera cuestión de libertad creativa o hay algo más?


En su momento tomé la decisión de dejar la Ciudad sin nombre con la idea de que, en la mente del lector, pudiera ser cualquier ciudad. Lógicamente, a medida que la fui llenando de detalles usé lo que conocía: la ciudad en la que vivo. Al mismo tiempo quería tener la libertad suficiente para no tener que ceñirme estrictamente a la ciudad real, poder inventar lo que quisiera.

Y, por otro lado, la idea de que sea simplemente una ciudad, sin más detalles, me resulta interesante. Para mí, cuando la describo, cuando paseo por sus calles con mis personajes, es claramente Gijón: los lectores, sin embargo, pueden imaginarse otra ciudad distinta más cercana a sus propias experiencias.


Como en otras de tus novelas aparecen personajes que juegan, entre otros roles, el papel de guía espiritual de uno de los protagonistas: Jasón Zanzaborna, Eva, el tuerto… Sin embargo, como en la mayor parte de ellas, se limitan a ser iniciadores de lo que está por venir, manteniendo a este (y al lector) en un desconocimiento bastante amplio. ¿Por qué no tienen un papel más iluminador?


Es deliberado. Me gustan los personajes de los que, en cierto modo, lo más interesante es todo aquello que no se cuenta, todo lo que no sabemos sobre ellos y que queda en sombras. En el caso de tuerto que aparece en Fieramente humano, por ejemplo, gran parte de su biografía y de sus intenciones están ocultas. Y no terminamos de saber cuál es realmente su propósito.

Juega, por supuesto, su papel en la trama. Un papel bastante determinante en un momento muy concreto y un papel algo más secundario a lo largo del resto de la historia.

Pero es un tipo de personaje que, al menos para mí, me funciona siempre que no pase a primer plano, siempre que, digamos, la luz no le de de lleno y deje muchas partes de él en sombras. Eso lo hace más rico y permite, también, que el lector rellene a su gusto esos huecos.

En otros casos (y la trinidad que forman Paula, Luisa y Sara puede ser un ejemplo) son personajes cuyo momento aún no ha llegado. Paula aparece brevemente en El abismo en el espejo y tiene un claro protagonismo en Los sicarios del cielo. Luisa y Sara son dos personajes secundarios de esta última novela.

Hay mucho de las tres, especialmente de Luisa, que aún no he contado. Una parte de su historia que aún está oculta por las sombras.

Pero que contaré. Al menos mi intención es llegar a contarla un día. Entretanto, son personajes que, en cierto modo, se pasean por las historias de los demás, pero no han encontrado aún la propia.


Antes has mencionado las otras dos novelas que se sitúan en el mismo escenario que esta, El abismo en el espejo y Los sicarios del cielo, que en poco se parecen a Fieramente humano. Si tuvieses que definir cada una de ellas en unas pocas líneas, ¿cómo lo harías?


Difícil petición.

A pesar de sus diferencias (y como bien dices, son tres novelas muy distintas, en intenciones, en ambición, en ambiente, incluso en la forma en que están escritas) siempre las he visto como distintas partes de un todo mayor, distintos momentos de una historia más grande, por así decir.

El abismo en el espejo usa, claramente, la fórmula del psico-thriller. Los sicarios del cielo se orienta más a la intriga religiosa. Y Fieramente humano… bueno, confieso que me resulta difícil describir Fieramente humano. Es una novela mucho más coral que las anteriores, con un protagonismo más compartido, una trama más compleja y, en general, mucho más extrema en sus intenciones que todo lo que había escrito anteriormente. Pero me resulta muy difícil describirla en pocas palabras. De hecho, no sé, ¿cómo la definirías tú como lector?


Me está bien empleado… Sí que es la más difícil de definir de las tres por todo lo que comentas. En su interior se encuentran desde un viaje al corazón de un desierto en algún momento de la Segunda Guerra Mundial, a la mayor gloria de las historias de ciudades perdidas, hasta una fantasía urbana con un conjunto de seres de lo más diverso luchando por la supervivencia de su mundo. Pero puestos a ponerle una etiqueta, no sé si la que mejor le casa es la de thriller metafísico. De las tres novelas es en la que exploras con más detenimiento los principios que rigen a los personajes, la ciudad, el mundo que los contiene…


Sí, creo que thriller metafísico puede definirla perfectamente. Lo que nos da, entonces, un punto común entre las tres: todas ellas utilizan los esquemas del thriller, de la novela de intriga. Algo, por otro lado, bastante habitual en mi obra.

Hay otro elemento común, claro. Algo que sin duda es una de mis marcas de fábrica más evidentes como escritor. Las tres arrancan cuando la historia está cerca del final y vamos viendo lo que ha pasado antes a retazos.

En El abismo en el espejo, Corzo lleva once años recluido en el hospital: la novela se desarrolla, sin embargo, en poco más de un mes o dos y vamos sabiendo todo lo que ha pasado por los retazos que Isabel, la protagonista femenina, va teniendo de la historia de su paciente.

Los sicarios del cielo cuenta los últimos días en la vida de Remiel, un individuo que lleva bastante tiempo paseándose por el mundo. Como en la anterior, vamos viendo parte de su historia pasada a medida que se narra el presente.

Y en Fieramente humano, en cierta manera narro el final de una lucha que se remonta incluso a antes de la creación del universo. Y, de nuevo, me sitúo en los últimos momentos de esa lucha para narrar lo que ha pasado mientras cuento lo que va pasando.

Como decía, es una de mis manías como escritor: empezar in media res o, a veces, casi en el final e ir desentrañando la madeja a partir de ahí (recuerda, por ejemplo, El sueño del Rey Rojo). La narración lineal, en general, me aburre, tengo que confesarlo.


¿Cómo surgió la oportunidad de publicar Fieramente humano en NGC Ficción!?


De un modo muy sencillo, en realidad. Me gusta estar al tanto de las nuevas editoriales que van apareciendo. Como lector, por supuesto, pero también como escritor: no dejan de ser posibles lugares donde publicar y nunca hay suficientes.

En el caso de NGC Ficción!, seguí con bastante interés sus primeros pasos y luego pude ver el tipo de libros que realizaba: tanto en un sentido estrictamente «externo», digamos, (encuadernación, formato, maquetación, diseño) como interno, en cuanto al tipo de contenidos que les interesaban. Ambos factores la convirtieron enseguida en un posible lugar al que enviar parte de mi material: su línea editorial era compatible con lo que yo hago y el acabado de los libros me gustaba, me parecía profesional y me daba la impresión de que estaba ante una editorial que se lo curraba. Cosa que no me sorprende: he sido testigo del trabajo de Pily, la editora, en otros ámbitos y siempre me pareció una persona muy concienzuda y bastante perfeccionista.

A partir de ahí, fue cuestión de ver qué requisitos pedían para la recepción de originales. Luego, envié una sinopsis y los primeros capítulos (hice una pequeña trampa: envié también la novela completa en la esperanza —mi ego no descansa nunca— de que una vez leídos esos primeros capítulos se quedarán con ganas de más) y esperé.

No tuve que hacerlo mucho. La reacción de Pily fue rápida y tremendamente entusiasta. La novela le encantaba y quería publicarla. Lo antes posible, además. Eso, a pesar del riesgo que representaba: hablamos de una novela que sobrepasa las quinientas páginas, longitud que hasta ahora NGC no había tratado y que podía ser un claro riesgo para el editor.

Lo cierto es que estoy bastante —más que bastante, de hecho— satisfecho del trabajo que NGC ha hecho con Fieramente humano y el modo concienzudo, minucioso y profesional en que han tratado la novela. Un modo que, además, estoy seguro que es el que siguen para todos sus trabajos editoriales.

Evidentemente, espero que Fieramente humano funcione bien comercialmente. Por puro egoísmo, por supuesto, pero también porque el trabajo que Pily se ha tomado, el esfuerzo que ha emprendido y el riesgo que ha asumido merecen que tenga éxito.


El abismo en el espejoTambién reeditas este mes en formato electrónico El abismo en el espejo, una novela que tiene ya cerca de tres lustros. Es algo que ya has vivido en la última década: Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos, Territorio de pesadumbre, tus relatos reunidos en dos colecciones de relatos por Berenice… ¿Cómo vives este reencuentro contigo mismo?


Sí, y mi ciclo de Drímar, no lo olvidemos.

Es… extraño. En algunos casos hablamos de un material muy lejano en mi historia personal, un material que al releerlo y revisarlo para las nuevas ediciones, me supone una experiencia a veces desconcertante. Me sigo reconociendo en la mayoría de las páginas; en otras, me pregunto qué pensaba ese tipo (esa persona de veinte, de treinta años) cuando escribió aquello y qué pretendía.

La parte más difícil de esa tarea de tomar material antiguo y preparar una nueva edición ha sido no traicionarme a mí mismo en el proceso. He revisado y he corregido allí donde sentía que las cosas necesitaban un pulido, pero he procurado dejar intacta la forma de narrar las cosas que elegí en su momento. Hay novelas que, de escribirlas hoy, tal vez me habría planteado de otro modo (en cuanto a estructura, peripecia, voces narrativas) pero siento que no tengo derecho a hacer eso, que le debo a esas versiones mías de hace diez o veinte años el serles fiel.

Así que corregir errores, pulir detalles, revisar aquellas partes que en su momento, por falta de capacidad o conocimientos (o experiencia narrativa) no supe tratar adecuadamente, todo eso está bien. Ir más allá de eso no me parece adecuado. Es una frontera muy difusa, muy difícil de trazar. Y en eso, como en casi todos los aspectos de mi actividad como escritor, me guío por el instinto: con los años he aprendido que acierto más veces de las que me equivoco haciéndolo así.


Entrando con El abismo en el espejo, una de las características que se describen de Corzo, el centro de la novela, es que, cuando escribe poesía, o escribe sonetos o prefiere el verso libre. Algo que, si no me equivoco (e igual me equivoco, ya sabes cómo es la memoria), también ocurre contigo. No es el único rasgo tuyo que se puede observar en tus personajes. ¿Cómo llegas a esta «codificación» de ti mismo, tu experiencia, tu vida en tu obra?


No, no te equivocas. En este caso, la memoria no te ha jugado una mala pasada.

Bueno, enlazando con lo que te acabo de comentar: por puro instinto.

Digamos que me dejo llevar por lo que la historia que estoy contando me pide: hay partes de mí mismo que pueden aportarle algo (en el caso de Corzo, pues mi poesía, por ejemplo, o mis conocimientos de ciencia ficción) y entonces las uso. Disfrazadas, adaptadas al personaje que he creado, codificadas con el mismo código que usa la novela, por así decir. Y no es una decisión que tome de un modo consciente y deliberado: me dejo llevar.

Es la propia novela, podríamos decir, la que me dice qué funciona y qué no. Cuáles de mis decisiones son correctas y cuáles debo reconsiderar: todo aquello que narrativamente la enriquezca, la haga más interesante más… viva, lo uso. Aquello que no, lo podo sin ninguna misericordia.

En el caso concreto de El abismo en el espejo, era incluso más sencillo decidir qué partes de mí mismo utilizar. Es una novela que, desde el principio, está planteada como una codificación de una parte muy concreta de mi vida y mi peripecia vital. Así pues, todo aquello relacionado con eso, servía y funcionaba.


En esta tesitura, hasta qué punto se puede leer como real ese taller que relatas en uno de los momentos clave de la novela, en el que se debate la falsa dicotomía forma-fondo tan arraigado en el mundo de la ciencia ficción española de los años 90.


Evidentemente, la situación que ahí describo y los personajes de los que hablo son ficticios. Sin embargo, no es menos cierto que he tomado de aquí y de allá elementos de escritores españoles del género que conozco y que usé para darle a toda esa parte una mayor sensación de verosimilitud. La discusión es, como dices, una de las discusiones recurrentes entre los aficionados, y me pareció interesante poner a un grupo de escritores hablando del tema y viendo sus distintos puntos de vista.

Sin duda, las actitudes que describo en cada participante en la discusión son un reflejo de actitudes reales de éste o aquel sector de los aficionados al género en la época en que está escrita la novela, mediados de los noventa.


Esta es una de las partes que, creo, mejor funciona en El abismo en el espejo: la que integra en el argumento el hecho creativo. Aparte de lo que has comentado, me refiero a cómo abordas diferentes tratamientos y variaciones de una misma historia, y siempre con una perspectiva ligada al género. ¿Alguna vez te has planteado escribir narrativa no genérica?


Confieso que hubo una cierta época de mi vida que llegó a preocuparme el ser incapaz de escribir literatura que no fuera de género fantástico (cuando no, directamente, una mezcla de distintos géneros en la que el fantástico era un componente principal). Y hay un rastro de ello en El abismo en el espejo, en algunas de las reflexiones de Corzo.

Ahora mismo, sin embargo, no es una cuestión a la que le conceda mucha importancia. Mi cabeza funciona como funciona, simplemente. Las historias que imagino acaban siendo invariablemente, sin que en realidad me tome la molestia de decidirlo de forma consciente, un revoltijo de distintos géneros donde siempre hay un claro elemento fantástico. Es así, mi pensamiento narrativo está enfocado de esa manera y a estas alturas de mi vida ni quiero cambiarlo ni creo que fuera posible.

Generalmente, los géneros que utilizo son todos aquellos que aprendí a amar y de los que disfruté en la infancia y la adolescencia, lo cual supongo que tiene cierto sentido. Es en esa etapa de nuestras vidas cuando se forma la persona que seremos después, durante el resto de nuestra existencia. Digamos que los cimientos de lo que somos se crean ahí. El resto, es ir construyendo a partir de esos cimientos.

Y mis cimientos como escritor, como narrador (término que, confieso, me gusta más para definirme a mí mismo) son muy claros: la ciencia ficción, la fantasía, el western, la novela de aventuras decimonónica, el policiaco, los superhéroes, la novela de espías, la novela histórica… Orbitando alrededor de esos géneros están las características que me definen como lector y como escritor.


La Ciudad, tres momentos

Junto a ambas novelas se editará La Ciudad, tres momentos, una edición electrónica de tres de los relatos que has situado en ese mismo escenario: «Tarot», «Piensa lo que quieras» y «En territorio ajeno». Tengo la sensación que, a tenor de lo que has publicado en los últimos años, has estado más centrado en la novela que en las extensiones breves.


Sí, es cierto. En los últimos tiempos apenas he escrito relatos. Pero, en realidad, mi producción de relatos cortos siempre ha sido escasa, excepto a finales de los ochenta y principios de los noventa. Y, de hecho, una vez que publiqué mi primera novela, allá por 1995, el número de relatos que escribía al año fue cada vez menor.

La novela es, sin duda, la distancia con la que más cómodo me siento, donde estoy más a mis anchas, podríamos decir. Sí que he escrito algún relato corto en los últimos años, aunque no los he publicado aún. Seguramente, con el tiempo, acaben pasando a alguna antología. De hecho, quizá una recopilación de relatos cortos ambientados en la Ciudad (tanto inéditos como ya publicados) podría ser una buena idea, con el tiempo.

El cuento es, para mí, un género muy difícil, mucho más que la novela. Y, aunque me gusta escribirlos, me resulta muy difícil dar con una idea cuya formulación adecuada sea en el terreno del relato corto. Lo más frecuente es que, de un modo u otro, esa idea empiece a crecer y ramificarse y acabe convertida en una novela.

Los tres cuentos que mencionas se incluyen, en efecto, en un ebook promocional que será regalado a aquellos que compren El abismo en el espejo a través de la web de Sportula o los que lo hagan con Fieramente humano en la web de NGC Ficción!. Un extra, digamos, un pequeño aliciente.

¿Por qué esos tres relatos? Bueno no sólo porque están ambientados en la Ciudad, sino porque en mayor o menor medida, los personajes o las situaciones de esos cuentos reaparecen en Fieramente humano y, en algunos casos tienen un papel importante en la historia. Son, también, un buen ejemplo de mis primeras incursiones en el campo de la fantasía contemporánea; los primeros pasos, por así decir, dentro de las calles de la Ciudad.


Por último, ¿tardaremos mucho en volver a ver una nueva historia de la Ciudad?


Bueno, eso no depende de mí. No enteramente, al menos.

Existe ya una nueva novela de la Ciudad para la que, si todo va bien, espero encontrar editor a lo largo de este año; ya veremos. Y mi próximo proyecto (una vez acabe de revisar la continuación de El adepto de la Reina) será, casi con toda seguridad, una nueva novela ambientada en la Ciudad.

¿Cuándo podremos ver esos trabajos publicados? Bueno… yo me doy toda la prisa que puedo escribiéndolos, por así decir. Depende de cómo respondan los lectores y, por supuesto, de lo que decidan los editores.

Pero en cualquier caso, sí, podemos afirmar que habrá nuevas historias de la Ciudad en algún momento del futuro.