De 7 en 7: John Serrano

octubre 22, 2014
 

John acaba de estrenarse en Sportula con H, una historia sucia y truculenta con la que presenta su ciclo narrativo «Cicatrices terribles». Joven, entusiasta y multidisciplinar, no se conforma escribir sus malsanos relatos sino que, por si eso fuera poco, ilustra sus portadas y no nos extrañaría que acabara componiendo su banda sonora, teniendo en cuenta que esto de la música no se le da nada mal. Está claro que tiene mucho que decir (aunque, ya os lo advertimos, es posible que no lo diga de una forma muy agradable) y que está aquí para quedarse.

La pregunta inevitable: De todas las cosas a las que podrías estar dedicándote, ¿por qué precisamente a escribir?

Por qué haces lo que haces. Por qué eres como eres.

No lo sé. Con el corazón en la mano, no lo sé. Pero siento un pavor absoluto ante la idea de no existir.

El corolario a la pregunta inevitable: De todas las cosas sobre las que podrías escribir, ¿por qué precisamente literatura no realista?

Me parece lo más honesto. Cualquier obra de ficción es un autorretrato brutal e infalible. La ciencia, la verdad, los hechos; son conceptos engañosos y perturbadores, pero la visión, la visión de un ser humano, de un montículo de polvo cósmico, hidrógeno y carbono concreto, es algo indiscutible. Y siempre más interesante.

La pregunta definitoria: ¿Escritor de brújula o escritor de mapa?

Es un proceso tan desgarrador y diferente cada vez. A veces tengo claro el principio, otras veces el final, y otras veces una sola imagen. La mayoría de las veces escribo miles de palabras alrededor de una frase.

Y luego borro esa frase.

La pregunta prospectiva: Tu lector ideal. Esa entelequia que tienes en mente cuando escribes y que te gustaría que tuviera cientos de miles de implementaciones en el mundo real. ¿Cómo es ese lector ideal para el que escribes y qué espera encontrar en un libro?

Cuando era pequeño leí Misery, de Stephen King. Me pareció la historia más impresionante que había leído, visto u oído jamás. Poco tiempo después mi padre me regaló un pequeño libro de cincuenta páginas de Lovecraft, En la noche de los tiempos. A día de hoy sigo imitando su formato. Por supuesto, el gusto va cambiando y madurando con los años, y las influencias cambian. Pero si pudiera elegir a un lector, elegiría a una mente virgen. O, al menos, alguien que dijera: «Joder, me gusta la historia que me estás contando, me tiene atrapado, quiero más.» Que se tomara su tiempo para disfrutar u odiar lo que le estoy dando. Que no lo devorara sin más y fuera hacia el siguiente bocado de información procesada.

La pregunta distópica: Vienes de un remoto futuro. Del colapso que sabes inminente, se te permite rescatar y llevar a tu época tres libros, tres películas y tres obras musicales. ¿Cuáles y por qué?

Esto es mejor no pensarlo demasiado. Es una pregunta cruel.

Libros: Pregúntale al polvo, de John Fante. Hay una situación entre un adolescente y una prostituta que necesitaría leer. No sé si han sido los zombies o al final ha llegado la nave de Tom Cruise o todo era cosa de los reptilianos o los iluminati desde el principio, pero voy a necesitar este libro.

Wilt, de Tom Sharpe. Motivos sentimentales, creo. Y además es un libro cojonudo.

No es País para Viejos, de Cormac McCarthy. Probablemente no sea su obra más reconocida, y tal vez no la mejor. Pero tengo que dejar sitio para El Gran Lebowsky, y no sería justo que me llevara dos películas de los Coen.

Películas: El Gran Lebowsky, de los hermanos Coen. Es difícil amar el cine y no amar a los Coen.

Solo Dios Perdona, de Refn. Es una obra maestra del cine, y probablemente, una de las últimas que se harán, ya que se acerca un colapso inminente.

Miedo y Asco en Las Vegas, de Terry Gilliam. Si querían que me llevara El Padrino o Casablanca, que hubieran mandado a otro.

Música: Red, de King Crimson. Los mejores músicos de rock progresivo de los setenta en un disco.

Kill for Love, de Chromatics. Los ochenta no eran tan buenos como parecen ahora, pero este disco hace que te creas que sí.

Grace for Drowning, de Steven Wilson. A la mierda los noventa, no quiero vivir en un mundo sin Steven Wilson.

La pregunta ucrónica: ¿Cuál es el libro que habrías querido escribir pero ya estaba escrito? ¿Por qué ése?

La Carretera, de Cormac McCarthy o La última cinta de Krapp, de Beckett. Son dos de las obras que más me han impresionado, y han alterado el concepto que tenía de literatura o de narrativa en dos momentos clave de mi vida, sin poder deshacerlo.

La pregunta que nunca te han hecho: ¿Qué harías con tu vida si un día ya no fueras capaz de escribir?

Una vez me hablaron de un local a pie de carretera donde un día determinado a la semana hay un espectáculo pornográfico entre personas pequeñas. Iría a ver qué se cuece y luego intentaría que alguien me disparara en la cara.