De 7 en 7: José Manuel Uría
José Manuel se dio a conocer con un espléndido artículo en Akasa-Puspa, de Aguilera y Redal sobre la escatología en la física. No contento con eso, aportó, no sin cierta ironía, la visión del cosmos de un religioso en Más allá de Némesis. En su prmer libro de ensato, Jack Kirby, el cuarto demiurgo, analizó la trayectoría del «Rey» de los comics desde una perspectiva novedosa y original, todo ello con una amenidad y una erudición envidiables.
Sabemos que tiene nuevos proyectos en cartera, pero prefiere, de momento, guardar silencio sobre ellos.
La pregunta inevitable: De todas las cosas a las que podrías estar dedicándote, ¿por qué precisamente a escribir?
Pues en esencia, porque me lo pide el cuerpo, tengo que hacerlo. Desde siempre he sido un persona muy inquieta, ávido de conocimientos y de métodos y técnicas para interpretarlos. Pero siempre he tenido la necesidad de hacer algo con ese conocimiento. Entiendo el ensayo como un juego con ideas y la forma de expresarlas, y por eso creo que siempre hay que enfocarlo desde una perspectiva literaria. Me aburren los textos con estilo farragoso, pretenciosos o serios. Me encanta jugar, ser travieso conmigo y con el lector.
Pero también me gusta experimentar con las ideas y transitar nuevos dominios conceptuales. Me planteo la escritura (ya sea ensayo o ficción) como un medio para realizar experimentos conceptuales. Quizá se deba a mi mentalidad científica, o quizás a mis inclinaciones filosóficas, pero me gusta plantear la escritura como un experimento, donde partiendo de un conjunto de ideas o conceptos trato de llevarlos hasta el límite, a ver qué pasa. Lo mismo podría decir de la ficción.
Tengo que aclarar que para que esto funcione creo que no es tan importante el qué se cuenta que el cómo se cuenta. Sólo así el ensayo como exploración y tanteo puede cumplir con su objetivo.
El corolario a la pregunta inevitable: De todas las cosas sobre las que podrías escribir, ¿por qué precisamente literatura no realista?
Porque es la más interesante desde mi perspectiva como escritor. A la hora de experimentar con las ideas y la forma de expresarlas da mucho más juego la literatura de género. Como he comentado antes me gusta buscar los límites. En el ensayo puedes hacerlo con una gran libertad, y esa creo que es una de las grandes ventajas que tiene este género desde un punto de vista literario, y es algo que la mayoría de los lectores no parecen percibir. Por ejemplo, puedes hacer cosas tan curiosas como mezclar ideas científicas y mitos nórdicos. Aunque pueda parecer que tienen poco que ver, el cómo lo relacionas es la clave y lo que hace la escritura de un ensayo desde una perspectiva literaria algo atractivo para mí.
Existe la idea generalizada de que los ensayos son textos espesos que escriben señores mayores, más bien conservadores y que aburren a las piedras. Cuando los escriben mujeres u hombres jóvenes suelen ser cosas de «letras» con títulos largos que más parecen aburridas tesis doctorales que otra cosa. Y no es cierto.
En la narrativa son precisamente la ciencia ficción y la literatura fantástica (aquí no incluiría la de lo maravilloso) los géneros que más fácilmente te permiten buscar esos límites. Dentro de la literatura no realista me encuentro más cómodo dentro de la ciencia ficción. En parte por mi concepción del mundo, completamente inmanentista, donde lo sobrenatural no tiene cabida; y creo que también por mi rechazo de la visión mágica del mundo, que está muy presente en la literatura de lo maravilloso. Por eso me gusta escribir sobre ciencia ficción, y esporádicamente, escribir algo de ciencia ficción si se presenta la ocasión.
La pregunta definitoria: ¿Escritor de brújula o escritor de mapa?
Me imagino que muchos pensarían que escribiendo ensayos fundamentalmente debería serlo de mapa, pero esto es relativo. Es cierto que soy una persona muy analítica y metódica, lo que implica que para mí el establecimiento de un método de investigación y escritura es importante. Pero yo concibo la escritura sobre un tema concreto como la resolución de un problema, como he dicho antes, también como un experimento mental.
Por eso cuando afronto la escritura empleo un algoritmo, podríamos decir, un método de resolución paso a paso. Pero como ocurre en el ámbito de las ciencias, a medidas que vas resolviendo un problema paso a paso con tus desarrollos matemáticos, puedes descubrir resultados inesperados. Cuando tú comienzas a realizar un cálculo no sabes de antemano cuál será el resultado, y a veces te encuentras con sorpresas. Lo mismo me sucede al escribir, intento seguir los pasos, el método, pero a veces descubro cosas apasionantes por el camino, y eso condiciona los pasos siguientes. Aún cuando tenga una serie de ideas generales bien estructuradas sobre cómo habrá de ser el texto, sólo al escribir, sólo al operar con las palabras, puedo ir viendo el resultado.
Y entendida la escritura como experimento conceptual sobre un tema, puedo encontrarme con cosas inesperadas. Hasta el punto de cambiar de perspectiva sobre un tema durante el propio proceso de escritura, aún habiendo terminado ya el proceso de documentación e investigación previa.
Por tanto, si bien llevo el mapa en el bolsillo, creo sinceramente que el mapa no es igual al territorio. E incluso, que hay cosas que están fuera del mapa, y que uno tiene que explorar con la brújula si no quiere perderse en esos dominios.
La pregunta prospectiva: Tu lector ideal. Esa entelequia que tienes en mente cuando escribes y que te gustaría que tuviera cientos de miles de implementaciones en el mundo real. ¿Cómo es ese lector ideal para el que escribes y qué espera encontrar en un libro?
Brevemente. Que tenga el mismo ansia que tengo yo por aprender cosas nuevas sobre el mundo que nos rodea, que le encante explorar, buscar y comprender. Que valore más el viaje de búsqueda que el alcanzar la meta. Y que sea igual de juguetón que yo con las ideas y la forma de expresarlas. Quiero que mis textos tengan vida propia, y sirvan al lector para darle otra vuelta de tuerca al tema que trato, y si es más atrevida y original que la mía propia, mi objetivo se habrá cumplido.
La pregunta distópica: Vienes de un remoto futuro. Del colapso que sabes inminente, se te permite rescatar y llevar a tu época tres libros, tres películas y tres obras musicales. ¿Cuáles y por qué?
De libros, uno lo tengo clarísimo. La naturaleza, el poema del romano Lucrecio. Aunque han pasado más de dos mil años desde que fue escrito sigue manteniendo su vigencia, y es posible que lo haga mientras sigamos siendo humanos. Por lo tanto en ninguna época desentonaría. Además, a punto estuvo de perderse para siempre en las brumas del olvido en el pasado, así que sería prudente llevárselo antes del colapso.
Pero también por otra razón, más importante. Es uno de los textos fundacionales de la Modernidad, fue su redescubrimiento en los inicios del Renacimiento uno de los mayores motores de desarrollo de ideas en la ciencia moderna, y ha inspirado a científicos durante siglo. El gran físico Richard Feynman decía que si tuviese que reducir todo el conocimiento de la ciencia sobre el mundo en una frase, para dejar un legado ante un cataclismo futuro, lo haría con: todo está compuesto de átomos. De eso trata el poema de Lucrecio, y aunque esté muy superado desde un punto de vista científico, no lo está ni lo estará en mucho tiempo en el poético y estético.
También incluiría Solaris de Stanislaw Lem. Es una de las mejores noveles del siglo XX, un tour de force filosófico y narrativo, pero sobre todo muestra los límites que ha podido alcanzar la ciencia ficción. Y si hay un género característico del siglo XX y los inicios del XXI es éste.
No tengo claro con qué completar la trilogía de libros; la elección sería difícil, y posiblemente optaría más por un cuento o novela breve, que por una novela como tal. Por ejemplo, algo como La perla de John Steinbeck o La metamorfosis de Franz Kafka.
En cuanto a películas, simplemente tres buenas películas y que sean capaces de hablar sobre temas universales e imperecederos. Por ejemplo, Érase una vez en América de Sergio Leone, Blade Runner de Ridley Scott y El tesoro de Sierra Madre de John Houston.
En cuanto a música, aquí seré muy subjetivo. Tres obras que no deberían desaparecer: Cielo e infierno de Vangelis, Lux Aeterna de György Ligeti y Whithin the realm of a dying sun de Dead Can Dance.
La pregunta ucrónica: ¿Cuál es el libro que habrías querido escribir pero ya estaba escrito? ¿Por qué ése?
Toda la Biblioteca del Siglo XXI de Stanislaw Lem. Soy un apasionado de los ensayos apócrifos y los textos de Lem son la cumbre del género, con el permiso de Jorge Luis Borges.
La pregunta que nunca te han hecho: Dices que eres un apasionado de los ensayos apócrifos. ¿Por qué? ¿Qué crees que le aportan al lector?
Para empezar, y lo que para mí es más importante de cara al autor, la libertada creativa. Al ser ficción uno no está sometido a los corsés de la seriedad, el academicismo, el bien pensar y todas esas gilipolleces. Si se hace con estilo se pueden decir las mayores barbaridades o expresar puntos de vista muy radicales, filosóficamente hablando. Es el tipo de texto que te permite buscar esos límites de los hablaba antes.
Además, tiene la ventaja de que el texto apócrifo tiene su propio autor, que no eres tú. Esto permite disociar las ideas que se expresan en el texto de tus puntos de vista en el mundo real. Es difícil en un ensayo convencional dejar claro al lector cuáles son tus opiniones prestadas y qué hay ahí de especulación que no te tomas completamente en serio, sin mermar la calidad y claridad expositiva del texto. Pero en un ensayo escrito por Otro autor, puedes jugar con ideas propias y ajenas.
La propia creación de un autor ficticio, o de una materia científica o un contexto o mundo en el que se ha escrito el ensayo es también una labor creativa importante. Es lo mismo que haces cuando creas un cuento o una novela. Es decir, ¡a la vez se pueden plantear interesantes reflexiones y crear una magnífica historia! Por ejemplo, lo que hace Borges en Tres versiones de Judas es para quitarse el sombrero. Aunque uno no tenga la clase de vestir llevando sombrero.
Al lector le aporta lo mismo que el resto de la literatura de ficción, pero con los aditamentos que pueden asociarse con las obras de ensayo. Es lo que hace que sea uno mis subgéneros de la ciencia ficción preferidos. ¿Por qué digo que es ciencia ficción? Lo cierto es que Stanislaw Lem defendía este punto de vista y estoy de acuerdo con él. El ensayo impostor es eminentemente proyectivo, por su propia naturaleza, y eso lo entronca con la ciencia ficción.
Y bueno, una prueba de que creo que este tipo de obras aportan mucho tanto al autor como al lector, es que tengo en mente una idea para un ensayo impostor, apócrifo, y algo irreverente, que espero poder escribir en un futuro no muy lejano…